La claridad
Empuñando una Glock 19 MOS en su mano derecha y una linterna en su mano izquierda, Lucía avanzaba con pasos lentos e insonoros, siguiendo al sonido de un beep en una fábrica abandonada en Longchamps. Cuando llegó al origen del sonido, se encontró con una puerta metálica blanca de un tamaño abismal. Analizó la situación sin soltar la Glock. Inhaló profundamente y al abrir la puerta, una imagen que se impregnó imborrablemente en su cerebro: una masa de carne con cubos apenas brillantes incrustados, cables forrados en mallas negras que se conectaban a las paredes de hierro, y una bola de cristal opaco sobresalía sobre el centro de la masa que, al mismo tiempo, emitía un sonido como un latido metálico y agudo.
Ese sonido penetró los oídos de Lucía, volviendo sus ojos blancos, quedando tensa y quieta de pie frente a la masa. Fue en ese entonces donde imágenes de sus recuerdos se proyectaron a grandes velocidades por su mente, como una premonición maléfica que la aterrorizó aún más.
Al volver en sí, con las pupilas dilatadas y movimientos toscos, Lucía no dudó y dio un disparo certero a la carne. Al impactar, una gran cantidad de sangre y chispas espesas salieron de la masa amorfa, pero no fue suficiente para parar el latido, volvió a apuntar y esta vez disparó hacia la bola cristalina.
Al escuchar el estruendo, las luces, el latido y el cuerpo de Lucía se desvanecieron al mismo tiempo sumergiéndose en una oscuridad absoluta e infinita.