Calaveras

Viernes de empanadas

Estoy enamorado de Felicia, es algo hermoso y aterrador, nunca pensé que podía sentir mariposas en el estómago, al nombrarla mis latidos suenan como tambores de una ópera electrónica, pero no me quiero adelantar, primero les quiero contar sobre los viernes de empanadas.

Hace más de 6 años que venimos haciendo empanadas con mis amigos, y este último viernes no fue la excepción. Vinieron 6 de los 7 que somos, al parecer Matías brilló por su ausencia gracias a una infección en la vesícula, o al menos eso es lo que nos dijo.

Alrededor de las 19 horas, comencé religiosamente a ordenar las tapas de empanadas, y a cocinar el relleno, compuesto principalmente por una mezcla de texturas y colores lo más parecida a la carne. Como todo apasionado por la cocina, tengo un ingrediente secreto y no es la salsa de soja. 21 minutos más tarde, ya tenía listas las empanadas en su momento previo al horno, y fue cuando llegaron Alejandro y Silvio, con una botella de vino de baja calidad. En menos de una hora ya estábamos todos en mi pequeño departamento de 3 ambientes con cocina separada.

De un momento a otro, las empanadas ya se encontraban cambiando el color de su piel de crudas a tostadas, con un aroma que se impregnaba de manera sutil en nuestros paladares y pulmones. Santiago estaba contando una anécdota sobre un partido de Rugby mientras Lucas, Silvio y Franco escuchaban con sobreactuada atención. No recuerdo de qué iba la anécdota, pero si recuerdo que fue interrumpida por el metálico ruido de la pizzera estacionando sobre la tabla de madera, anunciando el arribo de las empanadas. Con el sonido de las copas chocando filarmónicamente, brindamos por otro viernes de empanadas.

Mientras comíamos, me enternecía viendo las caras de mis amigos al comer las empanadas como desaforados, como si no hubiese mañana, incluso llevaban una en cada mano, parecía que sus manos estaban ardiendo. Silvio dijo que eran las mejores empanadas que había comido en su vida, lo cual nos llenó de orgullo, siempre que cocino lo hago con amor.

Al finalizar el día, decidieron irse todos juntos así bajaba una sola vez, acertado pensé. Luego de saludar y mientras subía por el ascensor, no paraba de pensar en la hermosura que me estaba esperando en la cocina, su imagen perfecta se hacía presente cada vez más fuerte a medida que subía los pisos. Abrí la puerta del departamento y caminé velozmente hacia la cocina. Y allí estaba ella, esperándome plácidamente, con algo de frío a pesar de estar en tuppers cerrados herméticamente. Aunque debo decir que la heladera mantuvo sus partes por mucho más tiempo del que habría imaginado, ni siquiera era necesario usar los artículos de limpieza que compré en veces anteriores, quizás porque estoy perfeccionando mi arte culinario. Mientras lavaba los platos y vasos, caí en cuenta que solo me quedaba un recipiente con suficiente ingrediente secreto para dos, o tal vez tres viernes de empanadas.

#ficciones